Alguien alguna vez sembró una gansada: los gorditos van al arco. Ahora, cuando Cristian Fabbiani está de moda, es hora de repudiarla. ¡De lo que se hubiera perdido el fútbol! Porque los rellenitos, regordetes, pesaditos han sido muchos y muy buenos. Habría que hacer una gran campaña para romper –y tirar a la basura– los cánones de Policleto, que esculpía abdominales como tablas de lavar.
Se podrá argumentar que el fútbol es un deporte que requiere de un estado físico óptimo, acorde a una buena preparación –y bla bla bla–, pero Fabbiani, más allá del marketing que lo rodea, y de la velocidad en la que se convirtió en fenómeno, es un jugador de cien kilos fantástico.El Ogro ni siquiera hizo pretemporada, esa palabrita mágica que aparece en el vocabulario de todo jugador cuando se busca una excusa por su bajo nivel. Fabbiani no la hizo, pero igual pide la pelota. Como sabe qué hacer cuando la tiene, el peso es lo de menos: “No tengo problemas. Sí sé que tengo que cambiar la grasa por masa muscular”. “El hecho pasa más por la imagen que a uno le llega. Pero lo estético no tiene nada que ver con lo técnico. Porque si lo analizás futbolísticamente, en ningún momento su cuerpo le genera inconvenientes ni lo perjudica. Lo que está haciendo Fabbiani lo está haciendo muy bien porque se siente cómodo en ese peso”. El que habla no es cualquiera sino Omar Asad, un jugador que ha llevado a lo más alto sus más de noventa kilos. “Yo siempre me sentí cómodo –cuenta a este diario– alrededor de los 92, pero en la Copa Intercontinental (en la que hizo el segundo gol de Vélez ante el Milan) pesaba 93 y estaba rapidísimo. Por eso digo que es relativo”.
La lista de futbolistas geniales que pesaban más de la cuenta –siempre para los cánones establecidos– es larga. Jorge Rinaldi era un jugadorazo. El poeta cuervo Fabián Casas llegó a escribir que fue el mejor del mundo. Y sus apodos evitan cualquier explicación: el Gordo o la Chancha. Goleadores pueden nombrarse a montones. Sólo algunos: Fernando Cavenaghi, Gabriel Batistuta, Antonio Mohamed, José Luis “Puma” Rodríguez, Juan Gilberto Funes, Humberto “Coya” Gutiérrez y José “Turu” Flores. Y deben quedar muchísimos afuera de esta breve memoria. De Bati hay miles de anécdotas. Cuando Jorge Griffa lo captó para Newell’s llegó a clavar 82 kilos. Ya en la reserva, Marcelo Bielsa lo puso a dieta. Y él la siguió al pie de la letra hasta que la terminó. Como premio, el Loco le regalaba todas las semanas su debilidad: una caja de alfajores. Hasta Diego Maradona, con una enorme capacidad de recuperación física, debió soportar que hablaran de su peso. Antes de un Boca-Argentinos, en 1980, Hugo Orlando Gatti intentó minimizar al Diez: “Es apenas un gordito”. Diego le cerró esa gran bocaza con cuatro goles. Y ya que por estas líneas pasaron el Turco Asad y el Turu Flores, la dupla del Vélez de Carlos Bianchi, también cabe recordar a José Luis Chilavert, que era arquero pero también goleador. Bajo los tres palos, sin embargo, hubo alguien que lo superó largamente en peso: William Henry Foulke, un inglés al que apodaban “Fatty”, que entre finales del siglo XIX y principios del XX, atajó en Sheffield United, Chelsea y Bradford City con ¡150 kilos!Es que la gordura no impidió tener éxito en el fútbol. Ferenc Puskas era un extraordinario jugador húngaro, un prócer para su país. En el Real Madrid la rompió con un físico que nunca fue estilizado. Coutinho fue un crack, no sólo por su físico, sino también por las paredes que levantaba con Pelé y los goles que gritaba con el Santos. Su compatriota Ronaldo fue –va– en esa línea estética. En el Mundial 2002 –su Mundial– marcaba 81 en la balanza.
Pero tiempo después subió a 95, por lo que el diario inglés The Sun se atrevió a declararlo “el jugador más gordo de la historia”, en un ranking que incluyó, entre otros, a Wayne Rooney, Paul Gascoine, Humberto Suazo, René Valenciano, Salvador Cabañas y Ronaldinho. De regreso a Fabbiani, el Turco Asad dice: “Una cosa es la imagen, que alguien lo note excedido, pero la realidad está en la cancha. Yo creo que una de las ventajas que tiene es saber usar el cuerpo, porque con el tiempo aprendés a sacarle ventaja del físico”. ¿No es interesante como mensaje? Es decir: ¿cuántos chicos con exceso de peso no se atreven a hacer deportes? Y sobre todo porque, según el INADI, la gordura es la segunda causa de discriminación en el país. Las banderas del domingo lo demostraron. “Yo no tengo ningún kilo de más”, aclara el Ogro, que cuando jugaba en Lanús también le decían Gordo. Oídos sordos y ojos ciegos a esas ofensas, él se dedicaba a romperla.Almorfando con una mamá que es chef.
El propio Fabbiani develó el secreto de su peso: “Mi mamá es chef. Trato de no ir a su casa porque me espera con mucha comida y la tentación está”. Pero Mirtha Machuca, la señora en cuestión, se defendió: “No soy la culpable de la gordura de mi hijo. Claro, siempre las mamás tenemos la culpa”.Mirtha contó en un canal de noticias que al Tanque siempre le gustaron las pastas: “Comía ravioles, lasagnas, todo casero”. Feliz, también habló del presente de su hijo: “Siento una alegría enorme por que esté cumpliendo sus sueños. Ahora sólo le falta ir a la Selección”.La mamá del delantero de River aclaró que no es hincha millonaria. Y contó que el padre de Fabbiani era de Platense y Huracán. “De chiquito –relató– a Cristian le gustaba mucho (Claudio) Caniggia”.Además, Mirtha descubrió de dónde vienen los malos humores que a la sensación del fútbol argentino le hicieron ganarse el apodo de Ogro: “Heredó un poco de mí el carácter podrido. Él es muy tranquilo, pero si lo buscan se sabe defender”.