Tiro una moneda al aire. La moneda llega a la cima de su trayectoria y luego vuelve a mi mano. La altura a la que llega depende, solamente, de la velocidad con la que la solté hacia arriba: a mayor velocidad, mayor altura.
Con las moléculas de aire pasa lo mismo. Vivimos en el fondo de un océano de aire, hecho de moléculas que se mueven rapidísimo, que chocan entre sí, y como resultado de esos choques algunas se mueven mas rápido que otras.
La fuerza de gravedad, la misma que impide que la moneda que yo mismo tiré no vuele hacia el espacio sino que vuelva a mi mano, es la que mantiene a las moléculas cerca de la superficie terrestre: gracias a la gravedad tenemos atmósfera. Ahora bien, del mismo modo que monedas mas rápidas llegan mas alto, las moléculas mas rápidas llegan más alto.
Por eso la densidad del aire baja con la altura: sólo la minoría de las más veloces alcanza grandes alturas.
Para el fútbol eso es crucial. En primer lugar, los jugadores se quedan sin aire en la altura, lo que requiere un proceso de adaptación. En segundo lugar, hay menos fricción del aire sobre la pelota, y eso tiene dos efectos notables.En una hipotética cancha sin aire, un saque de arco (de un Carrizo con máscara de oxígeno) describe una perfecta parábola.
En una cancha real, el efecto del aire es frenarla, distorsionar un poco la parábola y hacer que no llegue tan lejos. En La Paz, donde la altitud es de unos 3500 metros, un saque de arco llega más lejos. Conversé el tema (por mail) con John Wesson, de Inglaterra, autor de La ciencia del fútbol, y de La ciencia del Golf. Para John, los saques de arco del partido de hoy pueden llegar a ser 10 metros más largos que en la cancha de River. El segundo efecto es la comba, que se debe al giro de la pelota también a la fricción de la pelota con aire: sin aire no hay comba. Según mi cálculo, un tiro libre con comba a tres metros del área puede llegar a desviarse unos 30 centímetros menos en la altura: algunos tiros que serían de gol en la cancha de River pegarían en el poste en La Paz.El mismo efecto de la fricción del aire en la pelota es crucial para el despegue de los aviones: la fuerza de sustento, la que hace que el avión despegue, depende de la densidad del aire y de la velocidad del avión. Como la densidad es más baja en la altura, el avión necesita más velocidad y para eso necesita carretear más: las pistas de los aeropuertos son más largas en la altura.En un reportaje a Abbondanzieri, anteayer, sobre el tema de la altura, comentó que si llueve es mejor, que en esos casos es mas fácil respirar.
El comentario me dejó un poco perplejo y lo consulté con Craig Bohren, físico experto en meteorología de la Universidad del estado de Pennsylvania, y aproveché que a Craig le gusta practicar castellano. Si bien a primera vista (vista de físico, claro) el comentario de Abbondanzieri no tiene mucho sentido, es probable que no sea descabellado. Una posibilidad medio obvia es que durante una tormenta la temperatura baja bastante y uno se siente más cómodo.
La otra, es un poco mas sutil: al bajar la temperatura varios grados (por la lluvia) para mantener la presión más o menos constante (las variaciones semanales de presión no suelen ser mayores a un 1%) la densidad del aire puede llegar a subir un 10%, lo que no es muy notable pero tampoco despreciable, y un atleta muy entrenado quizá la pueda diferenciar.
De cualquier modo, cualquier especulación científica no sirve a la hora de comerse una goleada historica. Y aún más si los muchachos no juegan a nada.
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